cruxsancta.com apuesta por preservar la tradición litúrgica católica, en la mayor medida posible. El rito tradicional o tridentino, como forma profundamente reverencial e introspectiva de celebrar el Sacrificio de la Misa, es de difícil acceso a la población en general. A pesar de que nunca fue abolido, tal como lo recuerda y promueve el motu proprio de Benedicto XVI, no todas las diócesis han nombrado y entrenado sacerdotes para esta causa. Sin embargo, no existe ninguna restricción para celebrar la misa novus ordo de manera más tradicional si nuestro párroco o capellán están dispuestos. Muy al contrario, la propia constitución Sacrosactum Concilium del Concilio Vaticano II, insiste en que no se permita que los fieles olviden el latín como lengua para responder en la misa. En el ordenamiento del Concilio Vaticano II, el uso de las lenguas vernáculas no fue, de hecho, una recomendación general, sino una concesión; por lo que la celebración de la misa en latín (o en cualquier lengua) es opción libre de los presbíteros, con especial importancia del latín como lengua oficial de la Iglesia Católica.

Otra de las concesiones que hace el Concilio, pero que se extendió tanto y tan deprisa que hoy parece la norma, es la celebración de cara al pueblo (coram populo) por contraposición a la forma tradicional de celebración hacia el altar (coram Deo) y que tiene, en realidad, mucho más sentido, ya que prácticamente todas las oraciones de la misa van dirigidas al Padre y es a Él a quien se ofrece el Sacrificio de su Hijo. Tan previsto está que el rito moderno se siga celebrando coram Deo, que en las propias rúbricas del misal romano actual se indica al sacerdote en qué momentos puntuales ha de volverse hacia el pueblo. De hecho, el pueblo «acompaña» al sacerdote en su oración al Padre; o si se quiere, el sacerdote, como guía señalado del pueblo, se dirige a Dios en representación. Celebrar de cara al pueblo tiene una connotación memorial (el recuerdo en comunidad de la Santa Cena) que se aparta del verdadero sentido sacrificial de la Santa Misa (la inmolación incruenta del Cordero sin mancha) y, de alguna manera, la banaliza.

Por último, la simplificación de algunas oraciones y de determinados gestos que los fieles debían realizar durante la celebración tradicional, también han ido en detrimento del reconocimiento debido a Jesús realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Las genuflexiones, las señales de la cruz, no son parafernalia supersticiosa. Los tiempos modernos no cambian la relación que los fieles deben tener con su Dios y su Señor. Todo respeto y toda alabanza son poco cuando realmente se cree en lo que celebramos los católicos en la Santa Misa. Durante casi 2000 años hemos sido excelentes en la forma de alabar a Dios, de forma particularmente universal en los últimos 400 años. No podemos considerar un éxito que, incluso en contra de las recomendaciones del Concilio Vaticano II, los últimos 50 años sólo hayan servido para desvirtuar la liturgia en aras de nuestra comodidad, modernidad y «socioculturalidad».

Dicho esto, nuestra propuesta en cruxsancta.com es volver sobre nuestros pasos y recuperar parte de lo perdido. Dando por hecho que el acceso a la Misa Tridentina no está al alcance de todo el mundo, proponemos a todo párroco que se anime a celebrar coram Deo e incluso a ir reintroduciendo el latín, bien cada día en el momento de la consagración, bien en celebraciones específicas completas algún día de la semana. En cuanto a los fieles, proponemos responder en latín y recuperar los gestos de la misa tradicional. Para ello os facilitamos un pequeño Ordinario de la Misa en latín, donde se señalan con dibujos, rúbricas o pequeñas cruces los momentos en que hay que arrodillarse, levantarse o hacer la señal de la cruz; también están señalados en otro color y con corchetes, las partes de la consagración que cambiaron en el Concilio Vaticano II; cualquier imprenta puede imprimirlo en forma de revista grapada y queda muy bien en papel sepia. Si no tenéis hábito con la pronunciación del latín, en este artículo podéis aprender las normas básicas de la pronunciación eclesiástica vaticana.